sábado, 10 de octubre de 2015

La quena

La quena (en quechua: qina) es un instrumento de viento de bisel, usado de modo tradicional por los habitantes de los Andes centrales, según asegura don wikipedia. La quena es tradicionalmente de caña o madera y tiene un total de siete agujeros, seis al frente y uno atrás, para el pulgar. En la actualidad es (junto al sicu y el charango) uno de los instrumentos típicos de los conjuntos folclóricos de música andina. Es de origen Peruano y sirve para alabar a los Dioses Indios. Las evidencias más antiguas están en la Machala (costa norte del Ecuador) y Santa Elena (Costa central del Ecuador), pues hay también evidencias de origen nazca, de sicus hechos de cerámica y huesos de animales y humanos. La típica quena incaica era de veinte centímetros de largo y construida del hueso de la pata de la llama. Las quenas de los pueblos de la Puna están hechas de la canilla del cóndor o del guanaco. Pero —como corresponde— hay una leyenda sobre la quena que cuenta que “en tiempos remotos, las vírgenes del sol recogían la lana suave de la vicuña para tejer los mantos sagrados. Se reunían e iban en grupos a los mercados indígenas y allí elegían los más hermosos vellones. A una de estas visitas fue también la hija del gran curaca. Caminaban por un sendero que se extendía por pequeñas lomadas antes de llegar a destino. De pronto, desde un altozano, llegó el sonido de una flauta que sólo la hija del curaca oía. ´Se detuvo la jovencita y luego, como en sueños, caminó lentamente hacia el tañedor de esa flauta misteriosa. Era un pastor de llamas, que mientras pacían tranquilamente sus animales, hacía sonar su instrumento. Se enamoraron, porque los dos se presentían en sus silencios. Pero la diferencia social que existía entre los dos hacía difícil los encuentros, y sólo se veían cuando él la llamaba con su flauta, tocando aquella canción que ella escuchó por primera vez. Una tarde la ñusta no llegó al lugar de los encuentros. El pastor hizo sonar muchas veces su flauta llamándola, pero en vano: los crepúsculos morían en la soledad de los cerros. Y con la duda del olvido en su pecho, bajó al pueblo para averiguar la causa de la ausencia. La aldea se hallaba de fiesta. Y ¡oh! ¡Sorpresa! La mujer que él amaba se casaba con el hijo del curaca del pueblo vecino, enemigo del padre de la muchacha. Había llegado el novio con su séquito de guerra y de abundantes regalos. Los pobladores miraban asombrados todas aquellas riquezas, pero con indiferencia. Cuando buscaron a la novia para que recibiera al acaudalado caballero, no la encontraron. Había desaparecido como si Pachamama la hubiera tragado. En vano la buscaron todos. Se pensó que el padre no quería casarla con el hijo de su enemigo. Entonces hubo amenazas y el pueblo que amaba a su Señor, se volcó por senderos y lugares mas escondidos en busca de la novia. Llegaron hasta las aldeas más apartadas y no la hallaron. Y una tarde, la encontraron muerta en el lugar donde siempre se reunían con el pastor de llamas. Pasó el tiempo sobre una tumba que todas las mañanas se veía cubierta de flores silvestres, pero un día la hallaron profanada. El pastor, enloquecido, había sacado de los restos de la ñusta el hueso de una pierna y huyó para la soledad de los timos. Y con él hizo una flauta que sonaba más dulce que ninguna. Y todos los atardeceres, sentado ante la inmensidad de las cumbres, tocaba su flauta como en los tiempos idos, llamando a la mujer que no olvidaba. Por eso dicen que la quena es tan suave y melancólica, porque nació del dolor del amor”.

(A esta leyenda la leímos en el blog Azuquitas, que hacen unas talentosas niñas mendocinas)

lunes, 28 de septiembre de 2015

La leyenda del Quirquincho

Cuentan que hace mucho pero mucho tiempo, el quirquincho, antes de ser un animalito era un indio telero. Era tejedor pero casi nunca tejía, porque era muy perezoso. Preparaba el telar lentamente y con desgano; colocaba los hilos de lana y empezaba... Pero enseguida dejaba el trabajo: y decidía seguir al día siguiente.
Pasaban los días y entonces se acordaba de continuar con su tejido. Se sentaba frente al telar, pasaba un hilo entre los hilos de la urdimbre y se ponía a descansar. Al rato pasaba otro hilo y… se quedaba medio dormido. Pasaba un hilo y descansaba diez...
¡Lástima!, prolijo es..., ¡pero tan haragán! decía la gente del lugar.
Llegó el invierno. Los primeros vientos y heladas anunciaban que iba a sor muy frío. Todos se preparaban para protegerse y fue entonces cuando el protagonista de esta historia se dio cuenta que no tenía nada de abrigo para ponerse.
¡Qué frío! Y yo sin ningún poncho para abrigarme... Voy a tener que tejerme uno... ¡qué le vamos a hacer!
Eso significaba que tendría que estar varios días frente al telar y ya de sólo pensarlo empezaba a sentirse cansado. Pero armó la urdimbre, preparó los lizos y el peine, eligió la lana y empezó la tarea. Al principio todo iba bien, muy bien: una pasada, otra pasada, apretar los hilos; una pasada, otra pasada, otra y otra más. Cuando había hecho ya una franja se puso a contemplarlo. ¡Qué lindo iba eso! La trama había quedado parejita, apretada. Era en realidad un tejido tan perfecto que él mismo se asombraba al verlo. Entonces pensó en descansar un ratito. Y se quedó dormido. Al poco tiempo despertó y hacía mucho frío. No tenía más remedio que seguir tejiendo... Una pasada, otra pasada. Una pasada, una más y otra, y otra... No había alcanzado a hacer otra franja cuando… ya estaba cansado. Pero el frío era cada vez más intenso, así que no había tiempo para descansar.
¡Tengo que terminarlo, o me voy a congelar!
Con gran desaliento miró todo lo que le faltaba por hacer. Así fue que decidió continuar, pero como quería terminar pronto empezó a hacer la trama del tejido muy floja. De esta manera le rendía más el trabajo. Una pasada, una descansada; una pasada, una descansada... Entonces tomó hilos mucho más gruesos que los que estaba utilizando y menos retorcidos y siguió con su tarea. Claro que de esa manera la trama quedaba cada vez más abierta.
¡Si sigo así no me va a abrigar nada!, se dijo. Y haciendo un gran esfuerzo de voluntad continuó el tejido cada vez más y más apretado hasta terminar el poncho con franjas parejitas y con la misma prolijidad con que comenzó. Finalmente terminó y se puso el poncho que tanto trabajo le había dado.
Claro que durante todo el tiempo que se pasó haciendo el poncho, estuvo el dios de esas regiones observándolo. Y desde arriba movía la cabeza, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda:
¡¡Malo!, pensó, no tiene condiciones para ser hombre. Con tan poca voluntad para el trabajo, el pobre se va a morir de hambre. Lo voy a transformar en animalito, así podrá arreglárselas mejor.
Y así: lo convirtió en quirquincho. Su poncho se hizo caparazón para protegerlo de las inclemencias del tiempo. Un caparazón que tiene en los extremos las placas apretaditas y en el centro grandes y separadas. Como la trama del tejido de su famoso poncho.


Leyenda adaptada de la versión extraída de Garrido de Rodríguez, Nelli: Leyendas Argentinas. Editorial Plus Ultra. Bs. As, 1985

viernes, 18 de septiembre de 2015

Los Morteros Mágicos

Dicen que los Comechingones poseían conocimientos telúricos y mágicos. Es al menos lo que plantea el profesor Guillermo Terrera, de quien hemos hecho más de una mención en nuestro blog. Esta afirmación la hace en su libro El Valle de los Espíritus.
Es Terrera quien ha marcado las características físicas que han diferenciado a los comechingones de las demás etnias de la región, pues eran de gran altura, tenían largas y espesas barbas, tenían los cabellos de color claro y —aunque de otros autores— se dice que tenían los ojos verdes.
En cercanías del cerro Uritorco —como en buena parte del norte cordobés—, abundan los morteros de piedra que, al parecer, no solo cumplían una función alimenticia, sino que eran utilizados en ritos mágicos y sagrados. Dice Terrera que “…en la parte inferior de los morteros “estaba representado el cosmos con sus campos de fuerza dextrógiros y levógiros (*), y esta energía se podía percibir con sólo introducir la mano dentro de la concavidad del mortero (…) Si éste poseía poderes mágicos, el alimento preparado dentro del mismo adquiría la fuerza cósmica que se transmitía a quienes lo comiesen (…) Los comechingones, como habitantes de las serranías cordobesas, convivieron con los cerros, hondas quebradas, los valles luminosos y los arroyos y ríos de aguas transparentes. De allí su gran capacidad de observación y meditación, que con el transcurso del tiempo se convirtió en sabiduría empírica y mágica que les permitió crear valles de los espíritus o quebradas del silencio. Ellos aseguraban ver hombres que solían caminar por las sierras y desaparecer de improviso; seres que venían de la profundidad de la tierra... También los Comechingones contemplaron embelesados las luces o entidades cósmicas que surcaban el cielo nocturno”.
La fotografía del mortero es gentileza de Torres Quinteros Photography.
(*)Un viraje es dextrógiro si se mueve en el mismo sentido que las agujas del reloj, en contraposición a levógiro. Dextro proviene del latín dexter, y éste del griego δεξιός (dexiós): derecho; levo, del latín lævus (levus): izquierdo. Ambos conceptos también se conocen como dextrorrotatorio y levorrotatorio, respectivamente.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Las “chichises” vienen de lejos

Cerrando con la serie de notas sobre la vida de la etnia comechingona, que leímos en la web de Ser Comechingón, en esta entrega nos referiremos a las actividades artísticas y al idioma de nuestros queridos indios cordobeses.
• Pictografías
Los comechingones tuvieron una importante cantidad de representaciones rupestres y —por su número y calidad— alcanzaron la mayor concentración de arte primitivo metafísico en toda América, según dice Terrera, uno de los principales investigadores de la etnia.
Predominaban las pinturas sobre rocas, manifestaciones de carácter artístico, ideográfico (o no), parietales y petroglifos. Estas pictografías fueron en general de color blanco, rojo y negro. Estas reliquias se encuentran en su mayoría, en el centro-norte de la provincia de Córdoba: Cerro Colorado, Candonga y Ongamira. El yacimiento de Inti Huasi, ubicado en el noroeste de la provincia de San Luis, también se destaca por sus valiosas pictografías. Otro de los yacimientos importantes es el de Alpa Corral, alpa en lengua "Comechingón" significa piedra, es decir: Corral de Piedras. En este territorio se puede observar las divisiones territoriales que los Comechingones realizaron con piedras, denominadas actualmente Pircas.  
Los Comechingones adoraban al sol como fuente de vida y divinidad y se supone lo representaban de forma circular y así aparece simbolizado en algunos lugares. Tanto estos aborígenes en su hábitat natural, como los diaguitas, calchaquíes, sanavirones, entre otros, fueron los creadores de las pictografías que hay en los denominados “Casas o Templos Solares” de nuestro territorio. Muchas de sus pictografías han sido sacadas de sus lugares originarios y se encuentran en Inglaterra y otros países europeos.
Como una forma de auto-representación fabricaron estatuillas en cerámica. Aunque estas tienen un aspecto muy estilizado, solo se distingue su "sexo" porque están destacadas “las partes que representan a los genitales”.
• Idioma
Según José Álvarez, el idioma de los Comechingones no se ha conservado; solamente quedan unas pocas palabras seguras. Henia y camiare se citan como sus dialectos del norte y del sur, respectivamente. Algunas palabras que se reconocen de origen comechingón son:
Henen, henin, hen, pitin: pueblo (en henia)
Naguan, acan nave: autoridad (en henia)
Nave, navira: autoridad (en camiare)
Lemin: pescado (en henia)
Luimin: pescado (en camiare)
San: río / agua (en henia)
Chi: pezón.
Y aquí nos detenemos porque Chi debe ser una de las poquísimas palabras que del idioma comechingón que —a su modo— han perdurado hasta la actualidad. Seguramente en más de una oportunidad habrá escuchado como los cordobeses llaman a sus lindas chicas. Ellas son “las chichises”, que algún descolgado tratará ahora de traducir como “pezón-pezón”, lo cual es por lo menos discutible.
Muchos estudiosos aseguran la existencia de una relación directa entre la lengua comechingona y la sanavirona. Otros agrupan a ambas junto al diaguita. Los mismos conquistadores mencionaron que había muchas y diferentes lenguas en aquellas provincias. Al llegar los españoles a las serranías de Córdoba, los indígenas ya conocían además de su lengua propia, la del Perú, el quichua. Se creyó mucho tiempo que Jerónimo Luis de Cabrera venía solamente con un ejército español pero no fue así. Según Marcos Morínigo “los acompañaban varios miles de sirvientes en su mayoría indígenas peruanos (quechua parlantes) que los documentos históricos y notariales de época designan anaconas y yanaconas”. Como resultado de esta congregación Morínigo sostiene que “…ocurrió un proceso de relación interlenguas entre comechingones y sanavirones, evidenciada por la sustitución y duplicación de nombres de lugares y personas ampliamente documentada en los pleitos que, por posesión y deslinde de tierras, trababan los encomenderos entre sí. Luego se produjo una sustitución forzada de las lenguas aborígenes (comechingonas y sanavironas), por la quechua mezclada con español que hablaban los mencionados yanaconas. Hay pruebas que aportan documentos de archivo: ellos designaron cientos de lugares con voces quechuas o quechuas mezcladas con españolas, como Pascanas, Rumi Huasi, Achiras, Ancas Mayo, Mosuc Mayu, Icho Cruz, Alpa Corral, Barranca Yaco”.
Pese a la orden dictada por la corona española en 1780 de mantener solo la lengua española, las lenguas amerindias siguieron presentes y —en mayor proporción— el modo fonético de la lengua comechingona, lo que explicaría la situación que llevó a la forma de hablar actual en Córdoba. Y agregamos nosotros: hay indicios de un particular sentido del humor de los comechingones, a lo que se adicionó el especial humor de los andaluces, responsables de la conquista en esa región. “…i lo que hai, culiau”

viernes, 28 de agosto de 2015

Barrio Las 40 Viviendas

Continuando con las notas sobre la etnia comechingona que capturamos de la web Ser Comechingón, pasaremos ahora por los temas Viviendas, Alimentación, Arte y Tecnología, restándonos para la última entrega la información Pictografías y el Idioma.

• Viviendas
El investigador Aníbal Montes afirma que los comechingones moraban en “pequeñas construcciones cuadradas o circulares no mayores de tres o cuatro metros de diámetro, con un cimiento de piedras paradas que sobresalían un metro del suelo, con pequeña excavación al interior y techadas de palo, ramajes y tal vez paja embarrada con utilización de cañas, como en la actualidad”. Sin embargo, hay informes diferentes como el que se puede leer en el documento de “La Relación Anónima” —escrito por Jerónimo Luis de Cabrera—, quien sostiene “que cada unidad era una caza-pozo con espacios grandes de planta rectangular o sub-rectangular y tenía dimensiones promedio de entre seis metros de largo por cuatro de ancho. Todas cavadas con herramientas de piedra”.
Lo cierto quizás es que algunas descripciones fueron hechas sobre la totalidad del terreno que ocupaba una vivienda, tanto exterior como interior, por eso es que en “La Relación” se menciona que llegaron a caber hasta 10 caballos con sus respectivos hombres en una de ellas. Y, según las pruebas realizadas por las investigaciones arqueológicas, “las parcialidades que formaban un pueblo podían tener hasta cuarenta casas muy bien organizadas entre sí”.
• Alimentación
La comida de los comechingones fue muy variada, con un menú de más de una carilla (y precios accesibles). Provenía de la caza, la recolección, la agricultura, la ganadería natural y la pesca. Consumían el maíz o “machi” que era sembrado y regado por ellos mismos y las semillas restantes, no cultivadas, eran guardadas en vasijas o cántaros para poder sembrar en las cosechas siguientes. En sus cananas o morteros, molían el grano de maíz y preparaban suculentos almuerzos, como la pulenta o polenta, con lo que El Artesano Insano se pregunta si no vendrá de allí la famosa frase “polenta con pajaritos”. Por otra parte, moliendo la algarroba obtenían una harina que llamaban “patay”, con la cual hacían comidas y rico panes. “También se alimentaban de porotos, calabacitas, zapallos, papas y quínoa, cuyas semillas molidas permitían elaborar sopas además de harinas y sus hojas se consumían como verdura”. Lástima que no pudimos averiguar todavía, qué comían de postre. Si le daban al queso y dulce o se contentaban con una buena fruta.
• Arte y tecnología
Con respecto a las expresiones estéticas se encuentran “desde la más grande tinaja, hasta el plato (puco), taza, vasos, pequeñas jarras…”, muchas de ellas grabadas y otras pintadas. Era muy abundante su alfarería, que incluso contaba con pequeñas estatuitas funerarias. Se vestían con lana de vicuña, tejidos de fibra vegetal, cueros que curtían delicadamente y coloreaban. Se pintaban en ocre rojo y se tatuaban de otros colores. Lucían adornos de vistosos plumajes y collares de muchos tipos. Su arma principal fue el arco y la flecha pero emplearon también la lanza corta (media pica), piedras arrojadizas (hondas), boleadoras, hachas, etc.… (Cuando ahora usted escuche a un cordobés decir: “te gua arrancá la cabeza de un pedradón”, ya sabe cuál ha sido el origen).

En relación al desarrollo de instrumental de piedra fabricaron cuchillos, raspadores y punzones (que sumado a la vajilla que mencionamos, les daba para el Bazar Comechingón sin demasiados problemas). Esto demuestra que tuvieron una importante industria primitiva. No conocieron el hierro sino para construir pequeños trozos de mineral que utilizaban como bolas arrojadizas (hondas). No sabían nada de metalurgia, ni aún la del cobre que bien pudieron aprender de los incas y para lo cual tenían el mineral a la mano. Faltaba mucho tiempo para que se instalaran Fiat y Renault en la zona.

jueves, 20 de agosto de 2015

Chicha y aloja, abuelos del ferné

En el anterior despacho, habíamos referenciado la cantidad de interesantes datos que tiene la web de Ser Comechingón sobre esta etnia casi desconocida en sus detalles. Ya hicimos mención a la Etimología y Significado del término Comechingón; a sus Orígenes; y su Ubicación. En esta edición transcribimos datos sobre su Organización Social y Cultural y sus Costumbres, quedando para las ediciones posteriores información sobre sus Viviendas; la Alimentación; el Arte y la Tecnología; las Pictografías; y el Idioma.

• Organización Social y Cultural
Los Comechingones, vivían en comunidades denominadas "ayllus", palabra quichua que habría significado “tribu”, “casta” o “familia”. Cada comunidad era independiente una de la otra pero estaban organizadas entre sí, es por esto que muchos de los conquistadores le atribuyeron el concepto de nación al conjunto de los pueblos. Todas las familias de una misma parentela constituían una misma parcialidad y estaban sujetas a su jefe o curaca (palabra proveniente del quichua) y hasta las comidas eran realizadas en forma comunitaria.
En una comarca varias parcialidades obedecían a un cacique principal y las tierras de su dominio estaban demarcadas por pircas y grandes piedras megalíticas de modo que si pasaban estos límites había grescas entre vecinos.
Aníbal Montes nos da un ejemplo del funcionamiento de dichas fronteras: “… aun cuando perseguían una presa herida en sus cacerías tenían que abandonarla llegando a estos límites”. Los españoles establecieron más fácilmente sus encomiendas aprovechándose de este tipo de organización.
Desde la perspectiva etnohistórica, Montes confirma que, según datos de los conquistadores, en la época que va de 1573 a 1574, la población de los Comechingones era de alrededor de 30.000 aborígenes dentro del territorio. Para Guillermo Terrera, “constituían una nación normal y conciliadora”, pero cuando estos aborígenes percibieron el dolor que los españoles les ocasionaban esclavizándolos e intentando deshacerse de ellos y sus costumbres, se defendieron valientemente.
Sus tradiciones eran sencillas y primitivas, acostumbrados al trabajo y la libertad.
Según Montes, hacia el norte y hacia el oeste, otras comunidades como ellos, algunas más numerosas y con culturas más evolucionadas, poblaron el territorio Argentino.
En relación a la evolución de los pueblos Comechingones, Montes explica que “… la facilidad de vida y la benignidad del clima fueron en gran medida causa del estancamiento” en el desarrollo de este pueblo. Según Montes, no hay otra explicación por la cual “habiendo existido en estas sierras el hombre pleistocénico (hombre fósil) y siempre con buenas condiciones naturales (…), pasaron miles de años sin evolucionar por lo menos hasta el grado de cultura que alcanzo el Perú”.
En el altiplano andino el hombre fue obligado por las malas circunstancias ambientales, a ingeniárselas para subsistir y de ahí su mayor avance.
En cambio, los Comechingones fueron rudimentarios en sus conocimientos pero muy dedicados y laboriosos en sus quehaceres domésticos. Vivieron preocupados por el aseguramiento de su Ayllu y se organizaron mutuamente bajo el dominio del cacique principal, por decisión voluntaria: “Ellos no tuvieron el concepto de gran nación, pero sí el de su absoluta soberanía sobre sus comarcas y supieron confederarse para defender sus tierras”.
• Costumbres
Era costumbre social que esta etnia, mediante celebraciones en las que se bailaba y se cantaba, festejara una buena cosecha o cacería y diera en matrimonio a una mujer, que se cotizaba en mercaderías de acuerdo a la fortuna personal del novio que la solicitaba. En este tipo de fiestas está comprobado que usaban la corteza del cebil como un excitante y ponían en sus pipas o en sus puricás, ese polvo quemándolo y fumándolo.
Como bebida tomaban la chicha de maíz y la aloja, que los ponía alegres y la consideraban como un regalo de los dioses.
En relación con sus actividades de esparcimiento, también realizaban carreras pedestres, lanzamiento de flechas y jabalinas premiando al mejor cazador con himnos o cantos compuestos por ellos mismos.
Además, los Comechingones tenían curanderos que realizaban sanaciones por medio de succiones realizadas en las partes enfermas, al tiempo que suministraban hierbas y emplastos a sus enfermos para que se mejoraran sus dolencias.
Tuvieron la costumbre funeraria de desmembrar los cadáveres, limpiarlos y pintarlos con diversos colores. Otras veces los momificaban y enterraban en vasijas especiales, con las rodillas y el mentón que se tocaban. Otra forma la de colocar los cadáveres agrupados de a cuatro, con las cabezas en posiciones opuestas, directamente en la tierra.
Creían, que el sol rojizo del amanecer, se correspondía con el mejor momento de transmisión de su energía por lo que acostumbraban levantar las palmas de su mano o estirar las plantas de sus pies hacia el astro en ese momento del día.



sábado, 15 de agosto de 2015

Chin camiare

En un artículo muy completo publicado en el sitio Ser Comechingón, encontramos una serie de datos que incrementan el conocimiento sobre uno de los pueblos originarios que menos se conoce. En este blog vamos a reproducir particionadas esas notas, ya que son extensas. En esta primera entrega, leeremos sobre la Etimología y Significado del término Comechingón; sobre sus Orígenes; y sobre su Ubicación. En las próximas entregas, podremos acceder a temas como su Organización Social y Cultural; sus Costumbres; sus Viviendas; la Alimentación; el Arte y la Tecnología; las Pictografías; y el Idioma.

Etimología y significado del término
Los aborígenes Comechingones, según varios antropólogos, entre ellos Laura Misetich, fueron denominados así por los conquistadores. Según Aníbal Montes esta designación fue el resultado de una “palabra mal oída quizás”, que escucharon los españoles en su expedición por Santiago del Estero en el año 1544. La alusión de Comechingones para referirse a los aborígenes de las sierras de Córdoba fue “la pluralización castellana” de “Camichingón”. El término original, habría hecho referencia a las serranías muy pobladas del sur y la habrían concedido otros indígenas del norte refiriéndose a ellos. Agregamos nosotros que hay estudios que indican esos “otros indígenas” fueron los sanavirones con quienes tenían mala relación y la terminología podría haber tenido sentido peyorativo.
Montes realiza la siguiente descripción del término en cuestión: “Camichingón” es palabra híbrida que significa “serranías con muchos pueblos”. “Cami” es sierra en idioma propio de este territorio montañoso, en el cual la palabra “camiare” significa “serrano” y “camin” gran valle. “Chin” es un pueblo en idioma Vilela y equivale al “chin” de los camiares. Por ejemplo: “tane hin” o “tane chin” es un mismo pueblo del gran valle del Salsacate; “gon” es la conocida pluralización quichua. Hubo mucha diversidad en la composición del término Camichingón. Para Montes: “estas palabras compuestas por términos de lenguas distintas constituyen un reflejo de la composición étnica del territorio”.
Sus orígenes
En el libro “Comechingones y los primeros españoles en Calamuchita”, los investigadores Antonio Serrano, José Imbelloni y Alberto Rex González afirman que en el proceso de formación de este pueblo y durante miles de años, influyeron linajes pámpidos o patagónicos, sobre todo en sus características físicas como “cara ancha, cabeza alta, nariz mesorrina, paladar amplio, mayor pilosidad y pigmentación que otros indios”. Es decir que estas etnias habrían pertenecido a la entidad biológica andina. También daría cuenta de este influjo su vestimenta, pues “vestían poncho, chiripá y ojotas” y en épocas de muy bajas temperaturas usaban como abrigo chalecos de lana y accesorios de cuero.
Hay dos investigadores importantes que también evidencian la influencia de otras etnias en los pueblos aborígenes de Córdoba. El primer científico es el doctor Alberto Marcellino que, a través de su trabajo “Relaciones Morfológicas de los aborígenes prehispánicos del territorio argentino”, sostiene que: “Córdoba manifiesta la mayor relación morfológica con la serie de los huarpes prehistóricos de San Juan” y con los pámpidos del litoral atlántico bonaerense formando de este modo, una franja transversal central en la geografía del país.
El desarrollo de la barba en los varones ya en la pubertad y su piel morena, sería una muestra de este mestizaje. Otro rasgo físico importante es que eran fornidos y de aproximadamente 1,71 cm de altura la mayoría de ellos, una estatura relativamente elevada para su época.
El segundo investigador, mencionado por Signorile y Benso, es Canals Frau, que también confirma que hubo un predominio huárpido (de Cuyo), comprobado por “la cerámica negruzca y decoración grabada, hornos de tierra y las puntas líticas en forma triangular”.
El mismo autor opina que pudieron asentarse también grupos brasílidos o amazónidos en el territorio cordobés. Para Montes, estos pueblos estaban dispersos y además eran hospitalarios por lo cual se acrecentaría la posibilidad de que otras poblaciones se acercaran en épocas de necesidades para subsistir.
Ubicación
Según Montes, todo el cordón montañoso que hoy se conoce como Sierras Centrales, compartido por las provincias de Córdoba y San Luis fue territorio de los Comechingones.
Al respecto, el Centro de Investigaciones del Instituto de Cultural Aborígenes, en su libro “Hijos del Suquía” afirma que, “los centros más poblados fueron Quilino, Ischilín, Ongamira, Calamuchita, Soto, los valles de Punilla y Quisquisacate, en el que se fundó Córdoba a orillas del río Suquía”.

jueves, 6 de agosto de 2015

El Hada del Champaquí

El halo de misterio que ha rodeado al pueblo comechingón y a todo su entorno geográfico llega hasta nuestros días. El Cerro Champaquí guarda también sus leyendas. La montaña es la de mayor altura del Valle de Calamuchita y del sistema orográfico cordobés, con 2890 metros. Forma parte de la cadena montañosa conocida como Sierras de Comechingones, divisoria del sistema hidrográfico de la región.
Cuentan los que allí estuvieron que en el punto más alto del Champaquí, en una zona que ofrece una pequeña llanura, existe una hoya no muy grande pero lo suficientemente profunda como para que fuera adquiriendo con el tiempo forma de laguna. Todo esto se originó por el proceso natural de la erosión a través de siglos ya que numerosos arroyos volcaron sus aguas contribuyendo a su transformación. Allí es donde se ha tejido la leyenda del hada del Champaquí.
Durante el atardecer, sucede lo que los lugareños consideran un genuino milagro: se levanta un sugestivo vapor de agua que llega a conformar algo parecido a una túnica sutil, de tonalidad blanquecina. Mientras esta aparición etérea se va desvaneciendo, al trepar hacia el cielo toma diversas formas, entre ellas, la más hermosa y sensual: la del hada de la laguna.
Los habitantes más antiguos del Valle de Calamuchita cuentan haberla visto muchas veces, triste y melancólica, peinando su maravillosa cabellera, que ellos suponen negra y brillante; aunque solo la perciben blanquecina como a todo su cuerpo cubierto por una tenue túnica también blanca. Esta fantástica aparición camina con paso suave sobre las aguas hasta llegar a la orilla y allí se sienta sobre un banco de piedras que, como aseguran los lugareños, una mano providencial ha colocado para su descanso.
Cuenta la leyenda que un gaucho viajero que por allí pasaba, quedó extasiado al descubrir a la bella y tenue muchacha, creyendo haber encontrado por fin el amor verdadero. Pero la mujer que brotaba de las aguas no parecía corresponderle porque cuando él quería confesarle su amor, desaparecía… y así fue como sin poder resistir ese juego de apariencias quedó atrapado allí para siempre, en la laguna de la Novia o del hada del Champaquí.
Algunos viajeros han narrado que cuando el viento deja de soplar y los pájaros de gorgojar, resulta posible escuchar los susurros del gaucho enamorado en su intento inútil de conquistar el corazón de la dama del lago.

jueves, 30 de julio de 2015

Morir a las carcajadas

Guillermo Alfredo Terrera fue uno de los más prolíficos investigadores de las culturas originarias de la región sur de América y, al mismo tiempo, una de las fuentes informativas más completas sobre la vida de los indios comechingones, de quienes poco se sabe. Alrededor de los informes de Terrera, se han difundido algunos otros datos —como mitos y leyendas—, que no dejan de ser interesantes.

Alguna vez, alguien relató que “… al llegar los españoles a estas tierras, los comechingones se mostraron reacios a aceptar la servidumbre que les exigía el conquistador. El primer acto de resistencia se produjo en el segundo año de la fundación de Córdoba (1573), cuando un grupo de indios mataron al Capitán y alcalde Blas Rosales y sus hombres”. Agregamos nosotros que hay versiones que indican que la muerte de estos colonizadores se produjo porque los mandos españoles habían repartido tierras entre sus filas y que en esas tierras vivían precisamente los comechingones que obviamente las defendían como propias. “Para castigar esta rebelión, el Teniente Gobernador Don Lorenzo Suárez de Figueroa envió una expedición que enfrentó a los comechingones en el cerro o peñón de Charalqueta (Ongamira), donde éstos se habían fortificado”.

Aquí vale advertir que existe otra versión que indica que el peñón donde estaban los comechingones era prácticamente inaccesible. Que los españoles giraban a su alrededor buscando la forma de subir y no encontraban alternativa alguna. Y que además (no descartemos que sea verdad), los arcabuces con los que disparaban los españoles no llegaban a destino por la altura del peñón lo cual les resultaba a los indios absolutamente divertido, burlándose a las carcajadas del fracaso de los atacantes. Al parecer, a uno de los conquistadores se le soltó un perro que, con su olfato, encontró el lugar por donde habían subido los comechingones y ese fue el principio del final.

Hay una leyenda que dice que “…los españoles realizaron un rodeo con sus caballos, y al llegar a la cima del peñón, exterminaron a los comechingones y muchas mujeres que acompañaban a sus hombres se arrojaron desde la cima cargando en sus brazos a sus hijos”. Otra versión asegura que todos los comechingones que estaban sobre el peñón se lanzaron al vacío, prefiriendo la muerte a la esclavitud. 

Coinciden todas las versiones en que “… la viruela, el hambre y los trabajos forzados lograron que en menos de cien años del ingreso de los españoles a la región, los comechingones resultaran diezmados”.

viernes, 24 de julio de 2015

Leyenda El Niño Alcalde

Se cuenta que San Francisco Solano salió un día con la cruz y el violín a recorrer caminos y encontró en un pajonal, una hermosa imagen del Niño Dios, que le sonreía al mirarlo. Lo levantó y con todo cuidado lo llevó a su casa. Al poco tiempo le dieron la noticia que miles de indios de diferentes tribus, venían hacia la ciudad de La Rioja para destruirla. Tomó al Niño Dios y al violín y se dirigió a la quebrada de Los Sauces a esperarlos, Se sentó, colocó al Niño Dios a su lado y se puso a tocar una melodía con su violín. Las notas de la canción atravesaron las laderas de los cerros a través de las solitarias cumbres. Era una música suave, melancólica y tan triste que se oía a gran distancia. Hasta los pájaros habían callado ante el embrujo de aquellas notas. Llegaron los indios, avanzando muy despacio, para no quebrar aquel encanto. Se detuvieron lejos del Santo y poco apoco se fueron acercando hasta tocarlo. El Santo siguió con su melodía embelesándolos. Y cuando vio que con su arte había ganado el respeto de los indígenas, dejó de tocar y levantando al Niño Dios sobre sus hombros, les explicó lo que representaba y pidió su nombramiento como alcalde, es decir de gobernador de la ciudad, a quien debían obedecer en sus mandatos. Dicen que desde entonces lleva el nombre de Niño Alcalde. Se cuenta que San Francisco Solano ese día bautizó a nueve mil indios y que los restantes volvieron en paz a sus tiendas, con la promesa de no alzarse nunca contra el Niño Dios.

Esta leyenda es del Noroeste Argentino (La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy) y el nombre popular de la fiesta que lo recuerda anualmente es el Tincunaco, que se inicia el 31 de diciembre y culmina el 3 de enero. Los participantes en esta ceremonia se dividen en allis (hombres buenos de pueblo) y alféreces. Una procesión lleva al Niño Jesús llamado en ese día el Alcalde del Mundo. Otra procesión se encarga de San Nicolás de Bari. Al mediodía se produce el Tincunaco o sea el encuentro de ambas procesiones. San Nicolás hace tres reverencias al Alcalde del Mundo y los allí se entona un canto tradicional. Durante la ceremonia se pueden escuchar cantos indígenas de origen remoto entre los que se destaca el Año Nuevo Pacaría entonado por los allis.